sábado, octubre 26, 2013
Concepto de Empresario
2:18 a. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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Pues bien,tengo 28 años y lo cierto es que no llevo una vida laboral muy extensa que digamos. Pero también es cierto que como siga así me voy a plantar y a ver qué pasa.
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La semana pasada me senté con mi jefe (del que ya hablaré un rato largo) y otro individuo para negociar las condiciones de mi despido (el ya muy conocido auto-despido), y entre todas las barbaridades que intentaron colarme, el lince de mi jefe me suelta que en el mundo hay dos clases de personas (refiriéndose al mundo laboral): los empresarios o los que trabajan en los negocios de esos empresarios. Todos diremos que más o menos esa premisa es cierta, sin embargo ya llevaba yo un tiempo dándole vueltas al concepto de "empresario".
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Mi madre siempre se refirió al trabajo de su padre como empresario. Cuando murió, mi madre me contó que era tantos los trabajadores que se habían acercado a decirle cómo los había ayudado, cuánto les había dedicado... que indudablemente la definición de empresario con la que crecí fue la de mi abuelo.
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Cuando el petardo de mi jefe me dice que hay dos clases de personas, incluyéndose así dentro del grupo "empresario" por un segundo me enerva la sangre, pero al segundo siguiente me digo que no es más que "un pobre infeliz sin problemas de dinero".
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Porque el título de "empresario" debería ser póstumo y debería otorgarse, no por el número de trabajadores que acudan a tu funeral (porque muchos irán sin motivo) sino por las historias que cuenten los que vayan.
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jueves, marzo 25, 2010
Propósito de huelga
6:19 p. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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Hoy sueño una huelga, la preparo, la huelo porque me digo una vez más que así no podemos seguir. Y realmente quiero convocarla y que se una toda la sección, el departamento, la planta y el edificio. Hoy nos merecemos poder hacer una huelga y ni eso vamos a conseguir.
Al café de las 11.30 al que solemos asistir 4, hemos llegado hoy 3 a las 12.10. La número 4 aun no ha llegado, ¿le habrán dicho que no vuelva? Últimamente solo somos números. Empezamos siendo números en la facultad y hasta el día de hoy. Mientras me acerco a la máquina y veo a mis compañeras de pié con caras de cabreo, temor y rabia, pienso que quizás somos más necias de lo que pensamos. Cuanto peor van las cosas, más nos esforzamos en el trabajo para que no nos echen. Si sabemos que tarde o temprano alguna caerá y casi podemos asegurar cuál será, ¿por qué seguimos esforzándonos de más? Me acerco y mientras lo hago voy buscando la moneda de 50 céntimos que he de insertar pero que a estas alturas me duele desperdiciar. Es una moneda, nada más. Sí, es una moneda pero hasta ahora es mi moneda. Finalmente la inserto.
Me fijo en mi móvil. Llamada pérdida a las 08.35. Tecleo el número y llamo:
- Yo no he cobrado todavía, ¿tú?
- No lo sé, aun no lo he visto.
- Vale, no te preocupes.
Pero me preocupo. Les veo las caras y estoy segura de que aun no. El ánimo además sigue muy candente.
Cuando vuelvo a mi mesa busco mi cuenta bancaria en Internet. Mientras la página se carga me veo las manos. De pronto me las veo llenas de manchas y me acuerdo de mi abuela. A ella nunca le habían gustado esas manchas y entonces a mí no me molestaban. Ahora que las veo moverse mientras tecleo, las detesto. Son como sombras de diferentes tamaños que me recuerdan que no estoy siendo joven. No he cobrado. 50 euros de mierda restan para acabar mi saldo. Miro la pantalla detenidamente y sé que no hay más que hacer. He leído “Quién se ha llevado mi queso” pero no está escrito para sociedades en crisis. Si dejo este trabajo inestable no encontraré otro en meses.
Ya no recuerdo hace cuánto, pero hace algún tiempo, si me acercaba al límite de 1500 euros en alguna cuenta empezaba a ponerme muy nerviosa. Ahora 50 euros… y una sola cuenta. En fin. Respondo con un mensaje y sigo trabajando impetuosamente.
Al café de las 11.30 al que solemos asistir 4, hemos llegado hoy 3 a las 12.10. La número 4 aun no ha llegado, ¿le habrán dicho que no vuelva? Últimamente solo somos números. Empezamos siendo números en la facultad y hasta el día de hoy. Mientras me acerco a la máquina y veo a mis compañeras de pié con caras de cabreo, temor y rabia, pienso que quizás somos más necias de lo que pensamos. Cuanto peor van las cosas, más nos esforzamos en el trabajo para que no nos echen. Si sabemos que tarde o temprano alguna caerá y casi podemos asegurar cuál será, ¿por qué seguimos esforzándonos de más? Me acerco y mientras lo hago voy buscando la moneda de 50 céntimos que he de insertar pero que a estas alturas me duele desperdiciar. Es una moneda, nada más. Sí, es una moneda pero hasta ahora es mi moneda. Finalmente la inserto.
Me fijo en mi móvil. Llamada pérdida a las 08.35. Tecleo el número y llamo:
- Yo no he cobrado todavía, ¿tú?
- No lo sé, aun no lo he visto.
- Vale, no te preocupes.
Pero me preocupo. Les veo las caras y estoy segura de que aun no. El ánimo además sigue muy candente.
Cuando vuelvo a mi mesa busco mi cuenta bancaria en Internet. Mientras la página se carga me veo las manos. De pronto me las veo llenas de manchas y me acuerdo de mi abuela. A ella nunca le habían gustado esas manchas y entonces a mí no me molestaban. Ahora que las veo moverse mientras tecleo, las detesto. Son como sombras de diferentes tamaños que me recuerdan que no estoy siendo joven. No he cobrado. 50 euros de mierda restan para acabar mi saldo. Miro la pantalla detenidamente y sé que no hay más que hacer. He leído “Quién se ha llevado mi queso” pero no está escrito para sociedades en crisis. Si dejo este trabajo inestable no encontraré otro en meses.
Ya no recuerdo hace cuánto, pero hace algún tiempo, si me acercaba al límite de 1500 euros en alguna cuenta empezaba a ponerme muy nerviosa. Ahora 50 euros… y una sola cuenta. En fin. Respondo con un mensaje y sigo trabajando impetuosamente.
viernes, noviembre 20, 2009
Porque lo digo yo!
8:50 a. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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- Madre: Habla bien.
- Hija: hum...
- Madre: Quita el codo de encima de la mesa.
- Hija: Estoy muy cansada.
- Madre: Yo también, ¿para qué te damos una educación? Haz el favor de sentarte bien.
- Hija: Pero, ¿a ti qué mas te da?
- Madre: Claro que me da. La educación es lo que te va a diferenciar del resto.
- Hija: ¿y si no quiero ser diferente? ¿qué hay de malo en ser como el resto?
- Madre: Si no nos diferenciamos, es que todos somos iguales. Si todos somos iguales y nuestros comportamientos lo son también, el día en que se nos ocurra hacer algo nuevo o diferente no podremos llevarlo a cabo porque no sabremos o porque ya no nos dejarán.
- Hija: hum...
- Madre: Quita el codo de encima de la mesa.
- Hija: Estoy muy cansada.
- Madre: Yo también, ¿para qué te damos una educación? Haz el favor de sentarte bien.
- Hija: Pero, ¿a ti qué mas te da?
- Madre: Claro que me da. La educación es lo que te va a diferenciar del resto.
- Hija: ¿y si no quiero ser diferente? ¿qué hay de malo en ser como el resto?
- Madre: Si no nos diferenciamos, es que todos somos iguales. Si todos somos iguales y nuestros comportamientos lo son también, el día en que se nos ocurra hacer algo nuevo o diferente no podremos llevarlo a cabo porque no sabremos o porque ya no nos dejarán.
viernes, junio 05, 2009
Piedra
12:57 p. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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Yo recogí la piedra que me diste con algo de impaciencia y la guardé como una criatura que solo ha visto un segundo de luz. Hoy la observo entre mis manos y realmente pienso que pocas cosas pueden entrañar tanta delicadeza, pocas cosas podrán engendrar tanto en un futuro. Por momentos me dispongo a recrearla o mimarla y, cuando lo estimo oportuno, la limpio para quitarle todos esos añadidos que nos interrumpen. Así la mantengo, acurrucada en mí hasta que tú vuelves.
Tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia (Mateo 16:18)
Tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia (Mateo 16:18)
miércoles, febrero 18, 2009
"Vestidos de dinamita", Gioconda Belli
3:53 p. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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"Me tengo que ir a comprar las pinturas con las que me disfrazo todos los días para que nadie adivine que tengo los ojos chiquitos -como de ratón o de elefante-. Estoy yéndome desde hace una hora pero me retiene el calor de mi cuarto y la soledad que, por esta vez, me está gustando y los libros que tengo desparramados por mi cama como hombres con los que me voy acostando, en una orgía de piernas y brazos que me levantan el desgano de vivir y me arañan los pezones, el sexo, y me llenan de un semen especial hecho de letras que me fecundan y no quiero salir a la calle con la cara seria cuando quisiera reír a carcajadas sin ningún motivo en especial más que este sentirme preñada de palabras, en lucha contra la sociedad de consumo que me llama con sus escaparates llenos de cosas inalcanzables y a las que rechazo con todas mis hormonas femeninas cuando recuerdo las caras gastadas y tristes de las gentes en mi pueblo que deben haber amanecido hoy como amanecen siempre y como seguirán amaneciendo como no nos vistamos de dinamita y nos vayamos a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles... con un fosforito en la mano."
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GiocondaBelli
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martes, octubre 14, 2008
Un libro por una hostia
12:49 a. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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Hay ocasiones en que determinadas cosas o acciones solo cobran sentido cuando alguien se acerca y te da una hostia tremenda. No es necesario que la hostia sea literal. Ocurre, por ejemplo, cuando llevas mes y medio intentando entender un capítulo de "La insoportable levedad del ser" de Kundera . De repente descubres algo que duele y jode en igual medida, (quizás antes no lo querías ver), y que te hace replantearte no solo ese mes y medio de enfermiza lectura, sino los últimos 3 o 4 años de tu existencia. El libro empieza a cobrar sentido y tu vida se va pareciendo cada vez más al chiste de un payaso.
Si es que cuando formas parte de la mierda difícilmente la hueles. Y aquí ya no estoy segura de que la mierda sea algo metafórico o literal.
La moraleja de ese capítulo y, en definitiva, de estos años, ha sido que la verdad se ha hecho tan leve que ha resultado ser insoportable...
Si es que cuando formas parte de la mierda difícilmente la hueles. Y aquí ya no estoy segura de que la mierda sea algo metafórico o literal.
La moraleja de ese capítulo y, en definitiva, de estos años, ha sido que la verdad se ha hecho tan leve que ha resultado ser insoportable...
jueves, septiembre 18, 2008
un mal día lo tiene cualquiera
1:52 a. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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"La lealtad es el camino más corto entre dos corazones..." (Ortega y Gasset)
deduzco que si la lealtad falla aparece la distancia entre los dos corazones. Me pregunto si esta distancia es ya insalvable. ¿Qué hacemos en este caso con la distancia? ¿Se aprende la lealtad o es que es natural de un corazón determinado?; Podríamos dejarlo para la ciencia: el "gen de la lealtad" y así todo resultaría más sencillo.
De todas formas no me gusta el término corazón para estas cosas. Algunos nos guiamos por impulsos y estos no provienen siempre del corazón, muchas veces también de la razón y la mayoría de la sin-razón.
deduzco que si la lealtad falla aparece la distancia entre los dos corazones. Me pregunto si esta distancia es ya insalvable. ¿Qué hacemos en este caso con la distancia? ¿Se aprende la lealtad o es que es natural de un corazón determinado?; Podríamos dejarlo para la ciencia: el "gen de la lealtad" y así todo resultaría más sencillo.
De todas formas no me gusta el término corazón para estas cosas. Algunos nos guiamos por impulsos y estos no provienen siempre del corazón, muchas veces también de la razón y la mayoría de la sin-razón.
jueves, julio 24, 2008
Una calle en recuerdo a alguien
10:12 p. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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Ayer le dedicamos una calle a uno que en el exilio una vez dijo: “Defenderé Galicia con razón, sin razón y contra la razón”. Es una calle más o menos importante. Algunos le llaman “la calle”, como si solo existiese esa, puede ser que tengan razón. A partir de ahora, para nosotros será la calle del tío Ramón, para otros será la calle de Pepe dos Cestos y para otros tantos será la calle de un tal Ramón de Valenzuela. En cualquier caso, será nombrado más veces y recordado otras tantas.
Además, en la entrada de la casa donde nació, A Casa da Viña, a partir de ayer también se puede leer y observar una placa, grande, como de bronce: “Nesta casa naceu Ramón de Valenzuela Otero, escritor…”Ahora mismo no recuerdo qué más.
En uno de esos momentos, mientras hablaba otro escritor gallego de esos a los que hacen tantas fotos, me di cuenta de lo honrados que nos sentimos los que llevamos sus apellidos. Yo que nunca llegué a conocerlo y que regresé hace poco por morriña de mis raíces, buscaba ayer en su retrato algún gesto con el que me pudiese identificar.
Además, en la entrada de la casa donde nació, A Casa da Viña, a partir de ayer también se puede leer y observar una placa, grande, como de bronce: “Nesta casa naceu Ramón de Valenzuela Otero, escritor…”Ahora mismo no recuerdo qué más.
En uno de esos momentos, mientras hablaba otro escritor gallego de esos a los que hacen tantas fotos, me di cuenta de lo honrados que nos sentimos los que llevamos sus apellidos. Yo que nunca llegué a conocerlo y que regresé hace poco por morriña de mis raíces, buscaba ayer en su retrato algún gesto con el que me pudiese identificar.
lunes, julio 07, 2008
Ya no sé qué ser
9:32 p. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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En ocasiones deseamos tanto unas cosas que cuando llega el momento en que van a suceder, nos detenemos de repente, las vemos y sentimos miedo. Esto es lo que siento yo ahora que sé que me vuelvo a mi tierra, vuelvo a encontrarme conmigo misma, con lo que siempre he sido y con lo que siempre he querido ser. Pero no puedo dejar de pensar que ya no seré nunca más de esa manera, que los años y las experiencias han entrado en mí y me han dado la vuelta.
Mi madre dice que la vida son etapas. Ahora me voy de Barcelona sabiendo que la ciudad, su gente, me ha hecho diferente. Y aunque con ganas, no puedo evitar sentirme triste. He dejado, casi sin querer, pedacitos de mí en todas las esquinas de la ciudad, en sus parques y en sus plazas. Y es difícil despedirse cuando te sabes parte de algo, un mundo que nunca habías imaginado y que se ha entregado a ti, así, sin más. Ahora tengo miedo porque sé que también formo parte de esto.
Mi madre dice que la vida son etapas. Ahora me voy de Barcelona sabiendo que la ciudad, su gente, me ha hecho diferente. Y aunque con ganas, no puedo evitar sentirme triste. He dejado, casi sin querer, pedacitos de mí en todas las esquinas de la ciudad, en sus parques y en sus plazas. Y es difícil despedirse cuando te sabes parte de algo, un mundo que nunca habías imaginado y que se ha entregado a ti, así, sin más. Ahora tengo miedo porque sé que también formo parte de esto.
martes, abril 15, 2008
Extraña jugada
12:31 a. m. | Publicado por
Paloma Otero |
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Los vi avanzar por el pasillo; no eran una columna de humo, ni soldados con fusiles empuñados, no. Eran tres amigos que acudían a una clase soporífera con el pesar que ofrecen las cosas cuando cuestan, y cuando sabes que, si no lo haces, serás culpable ante el tribunal de la moral.
Los vi avanzar por el pasillo, y de repente yo estaba con ellas, como los sábados de lluvia, metidas en una bolera. Ellos tres eran mis bolos y la bola que más cerca tenía era una simple botella de agua, de esas de un euro con cinco céntimos que vende el viejo verde del bar. Ya tenía bolos y ya tenía bola.
Los bolos avanzaban “no os mováis” pensé. “Bueno, sí, pero esperad”. La carpeta y la chaqueta en mi brazo izquierdo. El derecho ligeramente elevado por la parte posterior de mi espalda. Mi pierna izquierda adelantada a la inclinación de la derecha que se escondía como para no ser vista “a mi no me miréis”, escuchaba entonces la izquierda. Asía mi mano derecha en la inclinación antes mencionada, la botella, y de repente una voz se disolvía con el aire: “Mira, ahí está Paloma”. Era Mireia, pero yo no lo escuché. Cogí aire y expulsé la botella que rodaba intermitentemente por el enorme pasillo de la facultad, chocó contra la pared, después contra el radiador del otro lado del pasillo y, por lo viste grité “¡Laia, salta ahora!”. Laia saltó, pero no sabía que estaba saltando sobre todos mis miedos, mis dudas y mis penumbras. Todo iba en esa botella y en el impulso que la rodeaba. En el fondo quería rogar que no la saltara “no la saltes, no la saltes, ayúdame, ¿no ves que me quedo sola?, ¿no lo estás viendo?” Laia saltó la botella y sonrió. “Menos mal, pensó, me podría haber hecho daño”
Los vi avanzar por el pasillo, y de repente yo estaba con ellas, como los sábados de lluvia, metidas en una bolera. Ellos tres eran mis bolos y la bola que más cerca tenía era una simple botella de agua, de esas de un euro con cinco céntimos que vende el viejo verde del bar. Ya tenía bolos y ya tenía bola.
Los bolos avanzaban “no os mováis” pensé. “Bueno, sí, pero esperad”. La carpeta y la chaqueta en mi brazo izquierdo. El derecho ligeramente elevado por la parte posterior de mi espalda. Mi pierna izquierda adelantada a la inclinación de la derecha que se escondía como para no ser vista “a mi no me miréis”, escuchaba entonces la izquierda. Asía mi mano derecha en la inclinación antes mencionada, la botella, y de repente una voz se disolvía con el aire: “Mira, ahí está Paloma”. Era Mireia, pero yo no lo escuché. Cogí aire y expulsé la botella que rodaba intermitentemente por el enorme pasillo de la facultad, chocó contra la pared, después contra el radiador del otro lado del pasillo y, por lo viste grité “¡Laia, salta ahora!”. Laia saltó, pero no sabía que estaba saltando sobre todos mis miedos, mis dudas y mis penumbras. Todo iba en esa botella y en el impulso que la rodeaba. En el fondo quería rogar que no la saltara “no la saltes, no la saltes, ayúdame, ¿no ves que me quedo sola?, ¿no lo estás viendo?” Laia saltó la botella y sonrió. “Menos mal, pensó, me podría haber hecho daño”
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