Pizcas de historias, relatos que inspiran, cuadros que impresionan o cosas que nos retienen

Pizcas de historias, relatos que inspiran, cuadros que impresionan o cosas que nos retienen
martes, octubre 14, 2008

Un libro por una hostia

Hay ocasiones en que determinadas cosas o acciones solo cobran sentido cuando alguien se acerca y te da una hostia tremenda. No es necesario que la hostia sea literal. Ocurre, por ejemplo, cuando llevas mes y medio intentando entender un capítulo de "La insoportable levedad del ser" de Kundera . De repente descubres algo que duele y jode en igual medida, (quizás antes no lo querías ver), y que te hace replantearte no solo ese mes y medio de enfermiza lectura, sino los últimos 3 o 4 años de tu existencia. El libro empieza a cobrar sentido y tu vida se va pareciendo cada vez más al chiste de un payaso.

Si es que cuando formas parte de la mierda difícilmente la hueles. Y aquí ya no estoy segura de que la mierda sea algo metafórico o literal.

La moraleja de ese capítulo y, en definitiva, de estos años, ha sido que la verdad se ha hecho tan leve que ha resultado ser insoportable...
jueves, septiembre 18, 2008

un mal día lo tiene cualquiera

"La lealtad es el camino más corto entre dos corazones..." (Ortega y Gasset)

deduzco que si la lealtad falla aparece la distancia entre los dos corazones. Me pregunto si esta distancia es ya insalvable. ¿Qué hacemos en este caso con la distancia? ¿Se aprende la lealtad o es que es natural de un corazón determinado?; Podríamos dejarlo para la ciencia: el "gen de la lealtad" y así todo resultaría más sencillo.

De todas formas no me gusta el término corazón para estas cosas. Algunos nos guiamos por impulsos y estos no provienen siempre del corazón, muchas veces también de la razón y la mayoría de la sin-razón.
jueves, julio 24, 2008

Una calle en recuerdo a alguien


Ayer le dedicamos una calle a uno que en el exilio una vez dijo: “Defenderé Galicia con razón, sin razón y contra la razón”. Es una calle más o menos importante. Algunos le llaman “la calle”, como si solo existiese esa, puede ser que tengan razón. A partir de ahora, para nosotros será la calle del tío Ramón, para otros será la calle de Pepe dos Cestos y para otros tantos será la calle de un tal Ramón de Valenzuela. En cualquier caso, será nombrado más veces y recordado otras tantas.

Además, en la entrada de la casa donde nació, A Casa da Viña, a partir de ayer también se puede leer y observar una placa, grande, como de bronce: “Nesta casa naceu Ramón de Valenzuela Otero, escritor…”Ahora mismo no recuerdo qué más.

En uno de esos momentos, mientras hablaba otro escritor gallego de esos a los que hacen tantas fotos, me di cuenta de lo honrados que nos sentimos los que llevamos sus apellidos. Yo que nunca llegué a conocerlo y que regresé hace poco por morriña de mis raíces, buscaba ayer en su retrato algún gesto con el que me pudiese identificar.
lunes, julio 07, 2008

Ya no sé qué ser

En ocasiones deseamos tanto unas cosas que cuando llega el momento en que van a suceder, nos detenemos de repente, las vemos y sentimos miedo. Esto es lo que siento yo ahora que sé que me vuelvo a mi tierra, vuelvo a encontrarme conmigo misma, con lo que siempre he sido y con lo que siempre he querido ser. Pero no puedo dejar de pensar que ya no seré nunca más de esa manera, que los años y las experiencias han entrado en mí y me han dado la vuelta.

Mi madre dice que la vida son etapas. Ahora me voy de Barcelona sabiendo que la ciudad, su gente, me ha hecho diferente. Y aunque con ganas, no puedo evitar sentirme triste. He dejado, casi sin querer, pedacitos de mí en todas las esquinas de la ciudad, en sus parques y en sus plazas. Y es difícil despedirse cuando te sabes parte de algo, un mundo que nunca habías imaginado y que se ha entregado a ti, así, sin más. Ahora tengo miedo porque sé que también formo parte de esto.
martes, abril 15, 2008

Extraña jugada

Los vi avanzar por el pasillo; no eran una columna de humo, ni soldados con fusiles empuñados, no. Eran tres amigos que acudían a una clase soporífera con el pesar que ofrecen las cosas cuando cuestan, y cuando sabes que, si no lo haces, serás culpable ante el tribunal de la moral.
Los vi avanzar por el pasillo, y de repente yo estaba con ellas, como los sábados de lluvia, metidas en una bolera. Ellos tres eran mis bolos y la bola que más cerca tenía era una simple botella de agua, de esas de un euro con cinco céntimos que vende el viejo verde del bar. Ya tenía bolos y ya tenía bola.
Los bolos avanzaban “no os mováis” pensé. “Bueno, sí, pero esperad”. La carpeta y la chaqueta en mi brazo izquierdo. El derecho ligeramente elevado por la parte posterior de mi espalda. Mi pierna izquierda adelantada a la inclinación de la derecha que se escondía como para no ser vista “a mi no me miréis”, escuchaba entonces la izquierda. Asía mi mano derecha en la inclinación antes mencionada, la botella, y de repente una voz se disolvía con el aire: “Mira, ahí está Paloma”. Era Mireia, pero yo no lo escuché. Cogí aire y expulsé la botella que rodaba intermitentemente por el enorme pasillo de la facultad, chocó contra la pared, después contra el radiador del otro lado del pasillo y, por lo viste grité “¡Laia, salta ahora!”. Laia saltó, pero no sabía que estaba saltando sobre todos mis miedos, mis dudas y mis penumbras. Todo iba en esa botella y en el impulso que la rodeaba. En el fondo quería rogar que no la saltara “no la saltes, no la saltes, ayúdame, ¿no ves que me quedo sola?, ¿no lo estás viendo?” Laia saltó la botella y sonrió. “Menos mal, pensó, me podría haber hecho daño”
miércoles, febrero 27, 2008

Cosas de mi madre


Mi madre es la única persona en el mundo capaz de meter todas las plantas y arbustos que vende Casaplanta en una terraza.
Aquí una mínima muestra.
miércoles, febrero 20, 2008
Debería haberme puesto a escribir.
cuando te fuiste,
cuando cerraste la puerta
dejando mis piernas,
inertes,
las sábanas,
cruentas aún,
de ese desliz
de esos días
en que me perdías.

Recuerdo
todavía la habitación
tus ojos,
y a nosotros,
envueltos en extremidades que al parecer,
nos estaban sobrando.

Ahora recuerdo.
Ahora, que ha pasado el tiempo
que sólo somos dos
y que cada uno va a un tiempo
y vestidos
y alejados.

Me miro en el espejo
y no veo, solo circunstancia.
Se me ha movido un pelo,
espera, ya,
ya está.
Y ahora, no, no puede ser
me tiembla el labio, y ¿por qué?
¿y ahora?

Hay cosas que ocurren
sin que asegures el motivo,
dicen, simplemente, ocurren.
Ya, y el silencio siempre me gana.
Y la noche, no, yo no la entiendo.

Antes de irte, por favor
Abre un poco la ventana.
Que entre el viento, que
Me roce la cara, las piernas
Debajo de la sábana.
Un poco menos, ahí, sí
Así está perfecto.
Gracias, amor,
Dame un beso
Ya, ya te puedes ir.